Hace apenas dos meses, General Motors anunció un importante plan de reestructuración. En un comunicado emitido titulado como «General Motors acelera la transformación«, informó de que iba a recortar su plantilla en Norteamérica en torno a un 15 %, formada por unos 54.000 trabajadores, además de confirmar el cierre de cinco factorías.     

Este plan de acción ya ha comenzado y se ha saldado con el despido de 4.300 trabajadores a fecha de hoy, a los que seguirán más. Y es que en diciembre la empresa confirmaba que, en este 2019, prescindiría de un total de 15.000 empleados. Unos recortes que según han confirmado Pat Morrissey, portavoz de General Motors, se harán efectivos en las próximas semanas.

«Estas acciones son necesarias para asegurar el futuro de la empresa, incluida la conservación de miles de empleos en EE.UU. y en todo el mundo. Estamos tomando medidas ahora que la economía general y el mercado laboral son sólidos, lo que aumenta la capacidad de los empleados afectados para continuar avanzando en sus carreras«, argumentaba Pat Morrissey, según recoge Reuters.
Asimismo, Morrissey confirmaba que la mayor parte de recortes, tendrán lugar en las siguientes semanas, asegurando que ofrecerán indemnizaciones sustanciales a los empleados afectados, así como programas de colocación ocupacional.
La firma estadounidense tiene planificado cerrar este año un total de cinco plantas en Norteamérica, entre las que se encuentran las de Lordstown (Ohio), Detroit-Hamtramck (Michigan) o Osahawa (Canadá)  a lo que se añade la reducción de un 25 % aproximadamente de su plantilla de ejecutivos. El grupo ya ha prescindido de tres importantes cargos de su oficina en Washington, así como de varios mandos intermedios.
El cierre de las plantas de Ontario, Ohio, Maryland y Michigan, tras finalizar la producción de modelos como los Chevrolet Cruze, Volt e Impala, además del Buick LaCrosse y los Cadillac XTS y CT6, ha sido duramente criticado por los legisladores norteamericanos, así como por el propio presidente Donald Trump.
Esto supone acabar con un notable grueso de la producción automovilística dentro de las fronteras norteaméricanas, algo que Trump no ve con buenos ojos ante su estrategia proteccionista para con las marcas estadounidenses y su consabida guerra de aranceles con el resto de mercados.   
Por su parte, la directora general de General Motors, Mary Barra, contestaba estas críticas asegurando que están más convencidos que nunca que «su estrategia es sólida a largo plazo«