Es sabido que los autos eléctricos pierden autonomía con el frío. A las baterías no les «cae bien» el frío.
Según un estudio del especialista en coches eléctricos usados Recurrent, algunos pueden perder hasta un 35 % de su autonomía homologada con temperaturas bajo cero.

La start up Recurrent se especializa en evaluar las baterías de los autos eléctricos usados ofrecidos en reventa.
Por supuesto, cada vehículo es diferente e intervienen muchos factores, como sobre todo si cuenta con la presencia o no de una bomba de calor, así como la propia tecnología de la batería.
En este caso, Recurrent ha obtenido los datos reales de uso en climas fríos (con temperaturas de entre -1º C y -6º C) de 7.000 automóviles para poder determinar hasta qué punto puede verse mermada la autonomía de un coche eléctrico.
De los modelos de los que han recopilado datos, los que más autonomía pierden con respecto a un uso con una temperatura ambiente de 21º C son el Ford Mustang Mach E con batería de 99 kWh y el Volkswagen ID.4, perdiendo hasta un 30 %. En el caso del Volkswagen ID.4, por ejemplo, implica pasar de una autonomía de 418 km a unos 290 km. El modelo que más pierde es el Chevrolet Bolt (-32 %).
De manera general, estos resultados sirven para recordar hasta qué punto una batería puede hacer perder autonomía y la importancia de comprar un eléctrico equipado con bomba de calor. Todos los modelos que obtienen pésimos resultados en este estudio no equipaban bomba de calor.
Da igual el modelo y lo sofisticado que sea, un coche eléctrico va a perder autonomía con el frío. Y cuanto más frío haga, más la energía a disposición se verá reducida. La principal razón tiene que ver con la propia química de la batería.
Cuando la batería alimenta el motor y el coche, los iones en la batería fluyen a través del electrolito más o menos líquido desde el ánodo (negativo) hacia al cátodo (positivo). Y cuando cargamos la batería, los iones hacen el camino inverso, del cátodo al ánodo vía el electrolito.
Con bajas temperaturas, las reacciones químicas y físicas de la batería son más lentas. El electrolito, líquido, de la batería pierde su conductividad al hacerse más viscoso con el frío. En consecuencia, el movimiento de electrones de un electrodo a otro es más complicado, y por lo tanto se ralentiza. Y si hay menos tránsito de iones, hay menos energía disponible, ya sea para mover el coche o para cargar la batería.
Para evitar ese problema, muchos coches eléctricos utilizan sistemas auxiliares para calentar la batería en condiciones invernales y limitar la pérdida de autonomía, como bombas de calor u otros sistemas de gestión térmica, pero estos dispositivos necesitan energía para funcionar.
Es una suerte de círculo vicioso en la que se gasta una poca energía para no perder más energía. Y si bien estos sistemas consiguen limitar las pérdidas de autonomía, no siempre lo hacen de forma completa.
Evidentemente este es otro problema más de los vehículos eléctricos a resolver por los ingenieros que con el cambio brusco de tecnología no tienen descanso.
Héctor Daniel Oudkerk
fuentes https://www.motorpasion.com/, https://www.recurrentauto.com/
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